La lucha contra las drogas roba atención en Cumbre de las Américas
Sábado, 14 de abril, 2012
Cuando los líderes del hemisferio se reúnan este fin de semana en Colombia para la VI Cumbre de las Américas, sus discusiones ante las cámaras estarán dominadas por temas perennes de la convención: la pobreza, la cooperación, la necesidad de carreteras. Pero se espera que, a puertas cerradas, se ocupen de un asunto más contencioso: el narcotráfico.
Los 40 años de la guerra contra las drogas hancostado miles de millones de los tesoros nacionales e innumerablesvidas, pero ha producido resultados mixtos. La tasa de abuso de drogasen Estados Unidos se ha mantenido virtualmente igual durante la últimadécada, ya que los descensos en el consumo de cocaína se han vistobalanceados a menudo por el ascenso en el consumo de marihuana, heroína ymetanfetaminas. Estados Unidos tiene la tasa más alta de sobredosis delmundo, casi cuatro veces más alta que Europa, según el Informe Mundialde la Droga del 2011 de las Naciones Unidas.
Y, aunque la lucha contra las drogas ha conseguido reducir el cultivo de la coca en América Latina en alrededor de un tercio durante la última década, la producción global de cannabis no ha cambiado.
La batalla contra el narcotráfico ha provocado además una verdadera guerra por el control de las rutas de la droga, convirtiendo a América Central en la región más peligrosa del planeta.
“Lo que ha sido un fracaso total es la idea de que reducir la oferta —o sea, atacar los países fuente en América Latina y dedicar mucha energía a las operaciones de interdicción— llevaría a una disminución de los países consumidores”, declaró Martin Jelsma, coordinador del Programa de Drogas y Democracia del Instituto Transnacional en los Países Bajos. “No hay manera de que alguien pueda seguir alegando que eso ha sido efectivo en ningún sentido”.
Además de la violencia, la guerra contra las drogas en Latinoamérica ha llevado a cárceles notoriamente atestadas, sistemas judiciales taponados y corrupción. No obstante, la región se ha resistido a buscar alternativas, mientras que EEUU ha amenazado públicamente con castigar a los disidentes ideológicos.
El presidente Barack Obama no habló de las drogas u otros asuntos después de su llegada a Cartagena. Fue uno de los 33 líderes que eran esperados antes de que comience el sábado la reunión de dos días. Las dos noches de Obama en Colombia son vistas como un voto de confianza por este país, que ha adelantado enormemente en cuestiones de seguridad durante la última década. Será la primera vez que un Presidente norteamericano pase dos noches en el país.
La mayoría de los latinoamericanos consideran que la política antinarcóticos de EEUU “empeora sus problemas de drogas y crímenes”, escribió Inter-American Dialogue, centro de estudios radicado en Washington. “La secretaria de Estado Hillary Clinton, durante su visita a México, admitió que los programas antidrogas de EEUU no han funcionado. Sin embargo, a pesar de los crecientes llamados y presiones por parte de la región, EEUU ha mostrado escaso interés en explorar soluciones alternativas”.
El secretario de Justicia Eric Holder dijo a The Miami Herald que legalizar las drogas es equiparable a legalizar el asesinato para disminuir la tasa de homicidio.
“Yo no estoy a favor de eso”, afirmó. “Creo que la realidad es que EEUU Unidos tiene ciertamente la responsabilidad de ayudar a esos países donde se cultivan las drogas, donde están ubicados esos carteles, como lo estamos haciendo en México. EEUU también tiene la responsabilidad de reducir la demanda”.
El gobierno de Obama ha separado fondos para programas de rehabilitación para narcómanos y tribunales especializados con el objeto de reducir la demanda. “Estados Unidos tiene esa responsabilidad como el principal consumidor de drogas en el hemisferio”, recalcó.
En el pasado, los llamados a la reforma han sido fáciles de ignorar. Provenían de grupos de activismo latinoamericanos, intelectuales y ex presidentes. Los únicos líderes en el poder que cuestionaron seriamente el método de Washington eran antagonistas perennes como Evo Morales, de Bolivia, y Hugo Chávez, de Venezuela.
Ahora, algunos de los aliados más incondicionales de EEUU están sonando la alarma.
El presidente colombiano Juan Manuel Santos, quien era ministro de Defensa en el momento culminante de la guerra contra las drogas, declaró que es hora de tener una discusión regional. Felipe Calderón, de México, quien ha visto su país sufrir por la violencia, afirma que Washington tiene que considerar “alternativas de mercado” —una forma velada de referirse a la legalización— para controlar el tráfico de estupefacientes.
El debate tomó fuerza el mes pasado cuando el presidente guatemalteco Otto Pérez Molina, ex general conservador, celebró una cumbre de líderes centroamericanos para analizar una serie de propuestas, incluyendo crear rutas oficialmente aprobadas que permitirían el libre flujo de cocaína hacia el Norte sin desestabilizar a las naciones atrapadas en el medio, y establecer un sistema judicial en Centroamérica dedicado exclusivamente a los delitos relacionados con las drogas.
Estos no son temas que EEUU está muy dispuesto a tratar.
“Este es un tema difícil para el presidente Obama porque es un año de elecciones, y él no va a querer dejar la impresión de que va a cambiar radicalmente los esfuerzos de EEUU por combatir el narcotráfico”, comentó Robert Pastor, quien fuera asesor de Seguridad Nacional para América Latina y el Caribe durante la administración de Carter y es ahora profesor de la Universidad Americana. “Este no es un buen año para sacar a colación esos temas”.
Cuando empezaron de lleno los planes para la Cumbre 10 meses atrás, las políticas sobre las droga no estaban en la agenda. Pero por presiones de Pérez, Santos y otros, el tema fue metido a la fuerza en el calendario recientemente, aunque fue relegado a una reunión a puertas cerradas lejos del escrutinio de los medios de prensa.
“La pregunta de verdad es cuánto de ese diálogo privado se extenderá a las discusiones publicas”, indicó Ethan Nadelmann, director ejecutivo de Drug Policy Alliance (Alianza de Política Antidroga).
Los redactores de The Miami Herald Mimi Whitefield y Jacqueline Charles contribuyeron a este reportaje.