“No podemos culpar al resto del mundo de nuestros problemas”
John Walsh, especialista en las politicas norteamericanas sobre drogas
Lunes, 26 de octubre de 2009
Es investigador y miembro de una organización que promueve los derechos humanos y la justicia en América latina y el Caribe. Desde esa óptica, analiza el papel de su país en materia del combate al narcotráfico en la región y su incidencia geopolítica. Se entusiasma con la creación de una comisión de expertos que, al estilo argentino, podría introducir cambios en la legislación sobre drogas. Obama, Colombia, la DEA, los usuarios.
–¿Como se conformará el comité que revisará las políticas de drogas en Estados Unidos?
–Los miembros van a ser nominados por el Congreso, cuatro por los demócratas y cuatro por los republicanos y dos por la administración Obama. Después, la comisión va a contratar un director ejecutivo que a su vez contratará a otras personas para hacer investigaciones y evaluaciones. Entonces, la comisión proveería recomendaciones que resulten un quiebre de la política actual, pero puede cerrarse y no hacer recomendaciones interesantes o útiles porque hay riesgos de que esto se paralice. Puede ser un gran paso... o sólo un gasto de dinero. Ya veremos.
–En Estados Unidos hay diferentes percepciones sobre las drogas, no es lo mismo California que Texas, por ejemplo. ¿Cómo influiría esto en el debate?
–Es un buen punto. Uno de los desafíos de cambiar la política de drogas es que el Congreso está representado por todos los estados, con diferentes culturas, como ser el Este o el Oeste, el Norte o el Sur. Hay lugares donde las leyes son mucho más severas, especialmente en estados como Texas, a diferencia con California. Una de las cosas interesantes es que la idea del comité fue apoyada por un senador de Virginia, que es un estado conservador. Es decir, políticos que no tienen por qué preocuparse de que la gente sea detenida por drogas. El tema más urgente es reducir los encarcelaciones.
–¿Cuál es la situación en ese sentido?
–La mayoría de las personas condenadas en Estados Unidos, sean en prisiones estatales o federales, no son sólo consumidores, tienen acusaciones por vender drogas como la marihuana. La realidad es que incluso aunque sean condenados sólo por posesión, muchos venden. Pero el punto es que muchos de los que distribuyen son consumidores, son dealers que hacen plata para pagar su droga. Estamos hablando de dealers chicos, de la calle, que encima, muchos de ellos tienen problemas de adicción.
–¿Cuántos años prevé la condena mínima para los dealers?
–Por vender se puede estar preso desde ocho hasta 20 años. Hay más de 500 mil personas presas por drogas desde que se endurecieron las leyes a fines de los ’80. Antes había 25 mil. La precios de la cocaína han caído, al igual que los de la heroína, cuando la idea es que pasara lo contrario. Falló esto. Hay muchas explicaciones, pero la más básica es que sacar un dealer de la calle no impide que aparezca otro enseguida, y en la misma esquina, quedándose con el puesto. Esto es un mercado y se rige por la demanda. La idea de que encarcelar es la salida fue equivocada, pero fue seguida siempre. La política en adelante sería otra. El gobierno no quiere gastar los esfuerzos federales en la gente que por ejemplo fuma para sentirse mejor, como en el caso de los usuarios medicinales de cannabis. Ahora buscarían a los grandes dealers.
–¿Cuál es la situación del autocultivo de marihuana?
–Si no está asociado al uso medicinal sería ilegal aunque sea para consumo personal. Aunque también depende del estado en que se viva.
–¿En Texas?
–Si la cantidad es para uso personal, la persona puede pasar casi un año en la cárcel y no sólo un mes. Si el juez cree que, por la cantidad, está vendiendo, sería mucho más tiempo. Hay algunos hechos que funcionan como agravantes. Depende de si tiene antecedentes penales o no, por ejemplo.
–¿Y si alguien es detenido por fumar marihuana en la calle?
–Esa persona puede ser arrestada y terminar en la cárcel. Pero si eso no pasa, ya el hecho de que sea arrestado o de que pase una noche en el departamento de policía es peligroso. Estamos hablando de prácticas que no hacen daño a los demás. Es la famosa “dosis personal”, es tu cuerpo. Tienes derechos en este sentido.
–¿Cómo son las leyes sobre crack y cocaína?
–El crack es más castigado. A fines de los ’80 hubo muchos problemas con los usuarios de crack, se creía que eran más peligrosos que los consumidores de cocaína, lo que es una exageración. Pero las penas se agrandaron. Desde entonces, la gente dice que esto es injusto, que esta ley está destinada a castigar a las poblaciones minoritarias, en especial, a los afroamericanos por usar o vender crack. El impacto era enorme y la ley desproporcionada. Entonces debemos cambiar, balancear la pena. Algunos congresistas propusieron, como para equiparar, subir las penas por cocaína, por lo tanto, el tema fue frenado por mucho tiempo. Pero tenemos una ley que tiene posibilidades de aprobarse que bajaría las penas por crack.
–Es una generalización, pero siempre se asoció el crack a los afroamericanos y la cocaína a los blancos de la clase alta.
–Era así al principio, pero ha cambiado. Aunque en verdad muchos de los que usan crack y terminan en la cárcel son afroamericanos y en menor parte latinos. El sistema es racista, es cierto. La ley actual fue motivada por hechos racistas, pero ya no importa eso. Todos sufrimos esto, porque se destruyen muchas familias.
–Obama contó en su autobiografía que probó cocaína y marihuana. ¿Cómo tomó esto la sociedad norteamericana?
–La percepción americana ha cambiado, se ha relajado, se ha hecho más tolerante. Veinte años atrás hubiera sido un escándalo. Pero por otro lado Obama escribió que hizo esto cuando era joven. Si hubiera dicho que actualmente fuma porro y de vez en cuando toma cocaína eso lo hubiera descalificado políticamente, pero claro... dijo que es algo que hizo en su juventud. Como quien dice: “No es algo que yo recomendaría, pero tampoco me hubiera gustado ir a la cárcel por esto en ese momento”. Creo que eso la gente lo puede entender.
–¿Lo dijo así?
–No, es algo que se infiere de lo que escribió. Está implícito.
–Pero todavía es joven, tiene 40 y pico.
–Sí, pero eso lo hizo cuando tenía 20. Y por el modo en que escribió esto, antes de ser presidente, dio a entender que ése no era el estilo de vida que quería, pero es algo que hizo. Es una parte de su historia personal que la gente puede entender. Creo que lo positivo es que viene de su historia, es como decir: “Mira, sólo porque una persona use marihuana o cocaína no quiere decir que su vida ya está arruinada”. Obama era una persona con un enorme potencial y eso no cambió porque se drogara. ¡Ey!, ahora es presidente de los Estados Unidos. Además Obama, al ser afroamericano, supongo que habrá sufrido la criminalización y la discriminación de las leyes penales referidas a las drogas.
–La política exterior de Obama demuestra que algunas cosas no van a cambiar. La presencia militar en Colombia y Afganistán, productores de coca y opio, despierta muchas sospechas. Usted mismo dice que bajó el precio de la cocaína. ¿Realmente están combatiendo a los narcotraficantes? ¿La gente cree que no hay otros intereses detrás?
–Esa es percepción común. Es obvio que hay otras razones que llevan al gobierno a mantener militares en esos países, pero realmente el objetivo era combatir las drogas, la gente creía eso.
–¿Y los políticos?
–También creían eso. Hay otros motivos, yo no digo que no. Los hay. Pero originariamente la gente creyó que la guerra contra las drogas debía ser llevada hasta esos países. Los motivaciones del Plan Colombia fueron ésas, en serio.
–...
–Los políticos creían que iba a funcionar. Ahora la gente se dio cuenta de que eso no iba a funcionar. Es importante saber que, además de que había otras motivaciones, hubo gente que creía en la guerra en la droga.
–¿Qué opina de la expulsión de la DEA de Bolivia? ¿Cuán corruptas son las agencias antinarcóticas estadounidenses? Lo digo pensando en que su país es el principal consumidor de drogas ilegales del mundo.
–Incluso aunque quieran hacer lo correcto, todas las agencias antidrogas están corrompidas. Es inevitable. Es normal, y esto incluye a la DEA y a las patrullas que controlan la fronteras con México. Algunos serán más corruptos que otros, por ahí la DEA es menos corrupta porque está más entrenada y se les paga más. Igual la DEA espió e hizo política en Bolivia, por eso los echaron.
–¿Hacen cosas distintas en otros países?
–(Risas) Repito: todos son corruptos, las fuerzas antidrogas de cada país lo son. Es inevitable.
–Pero la DEA va a otros países. No hay guerra contra las drogas si no hay drogas. Sabemos que hay gente interesada en armar guerras, o mantenerlas, sólo para vender armamento, ¿por qué la DEA haría algo distinto?
–Veo una lógica en lo que dice, pero no creo que haya que llegar a ese nivel para cuestionar que esta respuesta armada es ineficiente. Es cierto que a estas agencias les interesa mantener el statu quo y que si esto va peor van a pedir más presupuesto. Es entendible, en ese sentido. Es cierto que cuanto más guerra, más dinero consiguen. Estoy de acuerdo, pero no creo que sea la primera motivación. No creo que haya que imaginar que la agenda sea fomentar el narcotráfico, más bien se fomenta la guerra contra las drogas.
–¿Cuál su balance a nueve meses de la gestión de Obama?
–Creo que ya han pasado cosas positivas. Pero tenemos una atmósfera polarizada. No creemos ser bien vistos si vamos directamente por la descriminalización o la legalización de la marihuana, porque eso haría crecer las posiciones más conservadoras que pueden bloquear toda la discusión. Lo que hacemos es ir por cosas más modestas. La cuestión del crack y la cocaína, por ejemplo. A principios del año que viene, el gobierno de Obama va a sacar su plan de drogas, ahí vamos a ver qué van a hacer. El plan va a ser un documento con las posturas y las estrategias en el tema. Por lo que sabemos ahora, las nuevas políticas serían dirigidas a la prevención y el tratamiento para atacar los daños colaterales que sufren los usuarios.
–Parecería que están viendo sus propios problemas en este punto.
–Ese es el cambio. Es la esperanza, la comprensión de que no podemos culpar al resto del mundo de nuestros problemas, tenemos que hacernos cargo. Y no sólo decir que es culpa de los mexicanos. Lo que hicimos no sirvió. No podemos seguir arrestando a todo el mundo. Creo que esta administración va a aclarar esto y a la vez querrá reducir el mercado, seguro, pero tendrá que solucionar el problema carcelario y buscar alternativas a este problema.
–Bueno, construir cárceles parece ser un buen negocio allá.
–La guerra a las drogas hizo que creciera el negocio de las cárceles en Estados Unidos, le decimos “la industria de la cárcel”. De hecho, tienen mucho peso político. Hay lugares donde las prisiones son los principales generadores de empleo. Por eso el sindicato de carceleros tiene tanto poder. Y no sólo en Texas, esto también sucede en California. En este sentido, el cambio no va a ser rápido porque hay una oposición política que va a complicar todo.
–¿Qué cree que piensa la gente sobre las drogas en su país?
–Para la mayoría de la gente en Estados Unidos las drogas están asociadas a la violencia. Es lo que preocupa a la gente. Creo que hay una forma de romper esto. Tal vez se pase de considerarlos delincuentes a considerarlos enfermos. Sería un paso para pensar que drogarse no es ser un criminal, después habrá que aclarar que drogarse no equivale a ser un adicto. Sólo hay una minoría que consume y se transforma en usuarios problemáticos.
–¿El problema es la polarización? ¿Pensar que se es criminal o se es enfermo?
–Sí. El nivel de la discusión es muy bajo, pero creo que se puede tener éxito al hablar sobre usuarios y no sólo sobre enfermos o delincuentes. Habría que explicar a la población que la droga, legal o no, es parte de sus vidas. Y lo más importante, sólo porque alguien se drogue no quiere decir que sea adicto y tampoco implica que les hace daño a los demás.
–¿Para una sociedad tan competitiva, el consumidor de drogas podría ser considerado como alguien “improductivo”?
–Tal vez. Habría que encontrar ejemplos en los usuarios de alcohol. A nadie le escandaliza el alcohol.
–Es que paga impuestos...
–(Risas) Es una opción con la marihuana también. Además es la droga más tolerada. Está en la televisión, en las películas y la gente le tiene menos miedo que a la cocaína o la heroína. Estados Unidos puede tener un mercado legal, sólo habría que imaginar la promoción de la marihuana como el tabaco, con propagandas y todo... ¿Se imagina qué pasaría? La gente más conservadora diría que si es legal por qué no hacer lo mismo con la cocaína. Esa sería la principal crítica. Es lo que hablábamos antes. El debate está polarizado, blanco o negro. Si algo es gris no podemos considerarlo como opción. Hay cuestiones morales también. Es difícil hablar de drogas. “Están mal.” Incluso hablar de buscar costos y beneficios de otra política es irrelevante. Muchos piensan: “Esto está mal y por eso es ilegal y por eso hay que mantenerlo así”. Eso es más o menos, la postura que se sostuvo por años. Sólo que estas leyes tienen consecuencias. Mostrar las consecuencias es una forma de mostrar la necesidad de una política más humana y eficaz.
–La gente debe ver el beneficio.
–Ese es el punto. Tener menos gente en la cárcel, por ejemplo.
–Además, hay lugares, como California, donde se avanzó en las libertades individuales en este y otro temas como el matrimonio gay.
–La autonomía es importante... Este es un país federal y cada estado fue ganando su autonomía.
–Texas tiene autonomía para ejecutar prisioneros...
–(Risas) Bueno, es cierto... es más complicado de lo que pensamos.
DIALOGOS › ¿POR QUE JOHN WALSH?
Derechos humanos, justicia y droga
La esperanza de cambio encarnada por el presidente estadounidense y Premio Nobel de la Paz genera optimismo. Contagia. Y John Walsh no lo disimula. Sentado en el café Hotel Castelar, con sus anteojos rectangulares de oficinista, este hombre criado en New Jersey habló con estusiasmo de la posibilidad de que en Estados Unidos se conforme un comité de expertos para evaluar la actual política de drogas, como se hizo en Argentina. Walsh integra la Oficina de Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA), una ONG en la que se desempeña como especialista de políticas de drogas para los países andinos. Sin embargo, también se apasiona por los temas domésticos. “No podemos culpar al resto del mundo de nuestros problemas”, dice cuando analiza la sospechosa presencia militar estadounidense en Colombia.
Walsh llegó a Buenos Aires el martes pasado para hablar sobre la política de drogas de la gestión Obama, aunque el mandatario sólo lleve nueve meses en la Casa Blanca. Trajo consigo un “paper” donde se demuestra cómo el precio de la cocaína en Estados Unidos sigue descendiendo, pese a los supuestos esfuerzos por erradicar los cultivos de coca en Colombia. En el mismo informe se puede ver el agravamiento de la situación carcelaria en su país tras el endurecimiento de las leyes sobre drogas a fines de los ’80.
Pero no todo son malas noticias. El fiscal general de la nación, por ejemplo, dio la orden a los agentes de las fuerzas federales de no perseguir ni encerrar a quienes tengan marihuana para uso medicinal o a quienes la vendan en los dispensarios en los estados donde está legalizada la producción con estos fines.
La WOLA es una organización que promueve “los derechos humanos, la democracia y la justicia en el ámbito social y económico en Latinoamérica y el Caribe”. El tema drogas no es ajeno por la cantidad de derechos que se vulneran tanto de usuarios como de pequeños dealers en medio de la llamada “guerra contra las drogas”, impulsada por los sucesivos gobiernos estadounidenses desde 1988 en adelante en todo el mundo. Antes de trabajar en WOLA, Walsh fue investigador de Drug Strategies, otra ONG que pelea por imponer parámetros “más pragmáticos y efectivos” en la política norteamericana sobre drogas.