“Para reparar un error histórico”
Reclamo internacional contra la prohibicion de la hoja de coca
Jueves, 11 de mayo de 2006
Una ONG con presencia mundial pedirá en la cumbre de Viena que la ONU deje de considerar “peligrosa” la hoja de coca.
“Esta es la oportunidad de reparar el error histórico de que la hoja de coca forme parte de las sustancias prohibidas por las Naciones Unidas”: lo afirma un documento del Programa Drogas y Democracia del Transnational Institute –ONG vinculada con la política de “reducción de daños” en drogadicción–, que se dará a conocer oficialmente mañana, aprovechando la cumbre de gobiernos de Europa y América latina en Viena. El propósito es contribuir a crear una “masa crítica” en la opinión pública, para apoyar el proyecto de revisión que el gobierno boliviano presentará ante la ONU.
El extenso trabajo señala que un informe de la OMS –cajoneado por presión de Estados Unidos– encontró “funciones terapéuticas, sagradas y sociales positivas” en la hoja de coca, y recuerda que la “política de erradicación” condujo “al asesinato de numerosos campesinos”. En especial, destaca que la prohibición impide desarrollar y difundir posibilidades de consumo no nocivo de esta sustancia, como el “mambe”, preparación utilizada en zonas de Brasil, Colombia y Perú. Los preparados a base de hoja de coca podrían ayudar a “reeducar” a personas que abusan de la cocaína, ayudándolas a orientarse hacia consumos no perjudiciales.
La hoja de coca está clasificada en la Lista I de la Convención Unica de Estupefacientes de 1961, reservada para los de máxima peligrosidad. Esto “ha hecho desaparecer paulatinamente de la conciencia pública la diferencia entre la hoja y su derivado cocaína”, observa el documento titulado “Opciones legales para la hoja de coca” del Programa Drogas y Democracia, con sede en Holanda.
Entre 1991 y 1995, la Organización Mundial de la Salud efectuó el mayor estudio sobre la hoja de coca y sus derivados; participaron 45 investigadores, entre ellos profesores de cinco universidades de Estados Unidos. La investigación no detectó ningún efecto perjudicial del uso tradicional de la coca y le reconoció “funciones terapéuticas, sagradas y sociales positivas”. Según sus conclusiones, “si bien cabe la posibilidad de que el uso de la hoja de coca pueda estar vinculado con problemas de salud no detectados hasta el momento, es improbable”, y “la OMS debería investigar si los beneficios terapéuticos de la hoja de coca son trasladables de los contextos tradicionales a otros países y culturas”. Pero Estados Unidos amenazó con suspender sus aportes financieros si la OMS admitía las conclusiones del estudio, que jamás llegó a ser publicado.
La desestimación de ese estudio “tuvo consecuencias funestas para los países andinos –según el documento del Transnational Institute–. En Bolivia, la política de erradicación llevó al asesinato de decenas de campesinos, innumerables heridos y presos todavía a la espera de proceso”.
Actualmente, “el régimen de control a la coca sobrepasa de lejos al que se aplica a varias plantas psicoactivas, muchas de ellas más propicias a alterar la conciencia, como el kava-kava o el kratom; tampoco se prohíben la efedra, siendo que la efedrina es materia prima de un inmenso mercado de anfetaminas, ni el árbol de sasafrás, de cuya corteza se extrae el safrole, materia prima del éxtasis”. Ese régimen expresaría “la injusticia con que la coca ha sido tratada por la cultura dominante”, que a su vez ha sido “fruto de dos errores: confundir los efectos de la coca con los de la cocaína y asimilar ambos al modelo de dependencia de los opiáceos. Por sus efectos, la hoja de coca se ubica en una categoría similar a la de los estimulantes vegetales basados en cafeína, como el café, el té y la yerba mate”.
En realidad, la Convención de Estupefacientes de 1961 incluye “una excepción con nombre propio –según la califica el documento–: permitió la continuidad de la fabricación de la Coca-Cola a través del suministro de hojas de coca ‘descocainizada’ como agente saborizante”. No suele difundirse el dato de que la famosa bebida sigue elaborándose a partir de hojas de coca, con la particularidad de que la cocaína ha sido retirada y reemplazada por cafeína.
Volviendo al eje del informe del Programa, “el retiro de la hoja de coca de la Lista I de Estupefacientes de la ONU implicaría la revalorización de su uso tradicional y permitiría realizar nuevos estudios y desempolvar los existentes sobre sus posibilidades industriales benéficas”. Para esto, la clave está en “no repetir el error histórico de aislar la cocaína. La coca debe consumirse en su forma natural, y la industrialización no debe consistir en su transformación química sino en su procesamiento para hacerla almacenable, aceptable para las personas que no saben o no quieren coquear y, sobre todo, más efectiva en términos de absorción”. Pero, ¿para qué serviría propiciar de este modo el consumo de coca?: “Uno de los objetivos es la reeducación de la actual demanda de cocaína”. De este modo, “la valoración de las enseñanzas ancestrales de la coca, que implica el reconocimiento de una subjetividad ajena, podría ayudar a sustituir los usos más problemáticos de sus derivados” y la hoja de coca se volvería “herramienta de reducción de daños”.
En marzo pasado, en la reunión de la Comisión de Estupefacientes que tuvo lugar en Viena, la delegación boliviana anticipó su intención de pedir que se reconsidere la inclusión de la hoja de coca entre las sustancias más perseguidas. Se prevé que el gobierno de Evo Morales solicitará oficialmente a la ONU el retiro de la hoja de coca de la Lista I.
El documento del Programa Drogas y Democracia (cuya versión en español se puede obtener en www.tni.org) se presentará oficialmente en el encuentro de movimientos y organizaciones de la sociedad civil Enlazando Alternativas, que se desarrolla en forma paralela a la cumbre de jefes de Estado de América latina, el Caribe y la Unión Europea iniciada ayer en Viena. Pien Metaal, coordinadora del informe, señaló a Página/12 que el documento “procura crear una masa crítica de opinión en los países europeos, para que prospere la revisión que impulsa Evo Morales”.
El “mambe”, la alternativa
Mambe, en las fronteras de Colombia y Perú, ypadú en Brasil, son los nombres de un proceso de transformación de la hoja de coca desarrollado por las culturas selváticas de la zona: consiste en el tostado de la hoja, su pulverización y mezcla con una ceniza alcalina: el resultado es un polvo muy fino, “de fácil manejo y rápida absorción”, comenta el informe del Programa Drogas y Democracia. Este procedimiento debe diferenciarse radicalmente del que conduce a la elaboración del clorhidrato de cocaína, ya que, en el caso del mambe, en lugar de generarse altísimas concentraciones del principio activo, se preservan las propiedades y concentraciones de la hoja de coca, sólo que se facilita un consumo accesible “a personas a quienes les molesta el laborioso coqueo de hojas enteras”.
Según el informe, “el ypadú podría perfilarse como alternativa a la cocaína refinada, que, a pesar de todas las intervenciones represivas, se ha transformado en un commodity de consumo masivo en grandes extensiones del planeta”. Sería “ofrecerle al consumidor una forma sana y eficiente de absorber las propiedades de la coca” y “serviría para lograr lo que ningún gobierno ha conseguido: reeducar la demanda de cocaína y, de paso, devolverle a la coca su justa eminencia como planta maestra ancestral”.