El cannabis y el cerebro adolescente
Ahora que en muchos países del mundo está en auge un proceso de domesticación del cannabis, el fundamentalismo antidrogas recurre a la ciencia para sustentar su visión ideologizada de esta sustancia controlada. La publicación hace unas semanas de un estudio que sugiere que el uso del cannabis disminuye el coeficiente intelectual de los adolescentes fue noticia destacada en todo el mundo.
Estas conclusiones no podían caer en mejor momento para los poderosos lobbies anti-cannábicos activos en países en donde hoy se debate la regulación de la producción y uso de esta sustancia. La gran atención mediática del mencionado estudio se puede interpretar claramente como un intento de frenar los pasos a la normalización del cannabis en países que han llegado lejos en su debate sobre esa sustancia.
En Estados Unidos y en numerosos países de Europa y Latinoamérica el cannabis ha ido ganando en la última década un espacio dentro de la sociedad. El cannabis ha dejado de ser tabú. El Uruguay debate un proyecto de ley para legalizarlo. Un senador chileno reconoce abiertamente que fuma de vez en cuando un porro de marihuana. Amplios sectores empresariales de México han expresado su respaldo a una regulación de su producción y distribución. En cada vez más estados de los EE.UU. la gente tiende a favorecer más las ventajas de una regulación que su mantenimiento en la ilegalidad. Es decir, el cannabis ha salido del mundo marginal para instalarse dentro de la ‘buena sociedad’.
Esto es algo que preocupa a aquellos sectores que insisten en no ver las consecuencias desastrosas del prohibicionismo. El discurso tradicionalmente usado contra drogas suaves como el cannabis se ha quedado obsoleto, ya no convence como argumento para oponerse a su reclasificación. Por eso las conclusiones de un estudio que demuestra la nocividad de la marihuana les viene bien a quienes tradicionalmente se han opuesta a ésta por pura cuestión de principios, porque la marihuana es mala y punto y debe permanecer prohibida.
No se trata de poner en duda los resultados del mencionado estudio a cargo de un grupo de científicos sin duda competentes. [Aunque bien vale la pena destacar de paso que ha habido recientemente aportes muy bien fundamentados que lo cuestionan]. La justeza de estos resultados la podrían juzgar solamente personas con las capacidades necesarias para ello. Se trata una vez más de destacar la función que cumple un estudio como éste en medio del debate actual que se desarrolla en muchos países en pro y en contra de la marihuana. La gente tiende a mirar con respeto lo que se anuncia desde la ciencia, descuidando que la ciencia también puede ponerse al servicio de determinados intereses.
Tampoco se trata de que los sectores favorables a la legalización del cannabis desarrollen sus propios estudios científicos demostrando que el otro estaba equivocado y resaltando las bondades de la yerba. De hecho estos estudios también existen y del mismo modo podrían ser usados para abogar la legalización. Pues la disputa no está en definir si la yerba es buena o es mala, sino en las consecuencias de su prohibición. Particularmente cuando se parte de que la prohibición no garantiza la extinción de la planta de cannabis. Como ésta se va a seguir produciendo y consumiendo, por qué mejor no hablar entonces de su regulación?
Es razonable aceptar –y para esto no se necesitan muchos estudios– que la ingestión frecuente de un químico que altera la mente tiene muy probablemente algún efecto perjudicial para la salud, o para el desarrollo cerebral de niños y adolescentes. Hoy día existen numerosos estudios que demuestran los efectos perniciosos del consumo de alcohol a temprana edad. El consumo regular de alcohol afecta el desarrollo neuronal de los adolescentes y adultos jóvenes debido a que a esas edades el cerebro no habría alcanzado aún su máximo desarrollo. Exactamente lo mismo que dice ahora este nuevo estudio sobre el consumo de marihuana.
A pesar de saberse esto, puesto que el alcohol es una sustancia legal, se deja a la discreción de las autoridades pertinentes, y de los padres de familia y educadores el trabajo de prevenir que los adolescentes no consuman alcohol. Que esto no siempre funciona bien –de hecho hay actualmente en muchos países un grave problema de consumo de alcohol entre población joven– no obedece a la legalidad del alcohol. El alcohol ha sido legal (salvo por un corto período en EE.UU) en los países occidentales desde siempre. El excesivo consumo de alcohol entre adolescentes habría que achacarlo más bien a la falta de buenos programas preventivos pero sobre todo al estímulo masivo que hay hacia este consumo en nuestras sociedades.
Continuamente los jóvenes están siendo invitados a consumir alcohol. Los anuncios publicitarios de cerveza, ron, champán, etc., están llenos de gente muy joven, muy sana, bella y feliz que se divierte gracias al alcohol que están consumiendo. Un caso extremo es el de un comercial de la cerveza Heineken dirigido explícitamente a los jóvenes, con chicos y chicas divirtiéndose en el que aparece la leyenda: “todavía no tienes 16 años, entonces espera un poco”. [En Holanda se puede adquirir alcohol a partir de los 16]. Ese mensaje de Heineken es tanto una tentación a no esperar como un pasaporte para que una vez cumplidos los 16, bebe todo lo que quieras. En total contravención con las políticas públicas que supuestamente deberían prevenir el alcoholismo en la población.
Uno de los riesgos de comparar la política para el alcohol -una sustancia legal, felizmente- con la política para marihuana -una sustancia ilegal, desgraciadamente– es que se corre el riesgo de que los fundamentalista de la prohibición empiecen a ver la necesidad de prohibir también el alcohol. No sería fácil, claro. La industria del alcohol es demasiado poderosa. Aunque la sola idea es fastidiosa.
Pero la comparación resulta válida cuando se quiere mostrar lo absurdo que resultan los argumentos contra el cannabis. La afección que causaría en el cerebro de un joven de 16 años un consumo diario de marihuana podría ser comparable con la afección que le causaría el consumo diario de varias cervezas Heineken. Pero mientras lo primero es una trasgresión lo segundo es legítimo e incluso se alienta al joven a que lo haga.
Lo ideal sería que los chicos y chicas a esa edad no beban alcohol ni fumen marihuana. Y si lo hacen, que al menos lo hagan sólo ocasionalmente, sin riesgo de desgaste neuronal. Y para esto lo que se necesita no es prohibir sino prevenir para desestimular el consumo.