La propuesta del presidente Calderón
¿Será Felipe Calderón el primer presidente activo de un país que se atreva a promover un cambio radical del actual enfoque prohibicionista para la drogas? O va a esperar a que termine su sexenio para ponerse del lado de otros ex presidentes latinoamericanos que en su condición de tales ahora promueven la descriminalización, regulación, e incluso la legalización de la producción venta y distribución de drogas, como lo ha señalado recientemente el ex presidente mexicano Vicente Fox.
No se trata de criticar esta actitud de los ex - al contrario, ojalá más ex presidentes y otras personalidades se atrevieran a expresarse francamente frente al fracaso de las políticas de drogas - sino solamente de recordárselo al actual presidente de México: no espere hasta ser ex presidente para avanzar hacia el fin del prohibicionismo, aproveche que ahora se encuentra usted en el ejercicio del poder, es decir, que está usted en condiciones de tomar decisiones y llevarlas a la práctica para comenzar a dar los giros necesarios en materia de drogas.
Sea lo que sea, por lo pronto el presidente Calderón ha dado un paso importante que los otros nunca dieron, la iniciativa de abrir un debate sobre legalización y regulación. Ha hecho la salvedad de que él no está necesariamente a favor de la legalización no obstante está favor de que se discuta. En el marco de un contexto internacional que, con algunas excepciones, sigue aferrado al modelo prohibicionista, éste es sin duda un paso importante que debe tener continuidad.
Tan grave ha llegado a ser la situación de seguridad relacionada con las drogas en un país como México que a su presidente no le ha quedado más remedio que comenzar a mandar señales de lo evidente, que están perdiendo la guerra a las drogas. Se ha caído tan bajo prosiguiendo esta política que cualquier experimento en otra dirección bien vale la pena considerarlo. Eso se puede decir de México, pero también de Colombia y de todos los países de la región que en pocas décadas han visto crecer su participación en el tráfico ilícito de drogas y una degradación espectacular de la situación de seguridad.
Es una lástima que se haya esperando tanto tiempo para que un gobernante se haya decidido a mencionar la necesidad de un debate y evaluación de la guerra a las drogas y sus resultados en términos de freno al crimen organizado, a la oferta y a la demanda. Se ha esperado mucho para comenzar a hablar de regulación. Se le ha dado demasiado tiempo al narcotráfico, lo que le ha permitido ir muy lejos, penetrar profundamente y corromper demasiadas esferas básicas de la sociedad. Si una perspectiva seria de cambio se hubiera comenzado a considerar desde hace, digamos, unos veinte años, en estos momentos muy probablemente el presidente Calderón no estaría ahora afrontando la situación insostenible en que el crimen organizado tiene sometido al país. Además de los muchos otros efectos laterales que sufre el país como consecuencia de políticas infructuosas y contraproducentes.
Pero como reza el refrán, más vale tarde que nunca. El presidente Calderón está ofreciendo ahora la oportunidad de que se dé un debate franco sobre los problemas relacionados con las drogas, algo que no se puede quedar dentro de los límites de un solo país. Otros gobernantes de la región latinoamericana, Estados Unidos, Naciones Unidas y el resto del mundo deberían aprovechar esta iniciativa mexicana y promover en foros nacionales e internacionales una intensa discusión de las alternativas para la criminalización de la producción, comercio y consumo de las diversas sustancias.
Como señala el jurista mexicano Jorge Hernández Tinajero, “28 mil muertos y la destrucción del país no puede ser mejor que aceptar que el consumo puede ser tolerado y regulado culturalmente (como sucede con el alcohol, el tabaco y otras drogas legales), y no sólo mediante el ejercicio de la fuerza...”. Un país que paga unos costos tan altos, que en sólo cuatro años registra 28.000 muertes en el marco de la guerra a las drogas bien podría permitirse dar el paso efectivo hacia la regulación.
Ahora que algunos países latinoamericanos están promoviendo cambios en sus legislaciones para drogas, y que en Estados Unidos han aumentado los sectores decididos a darle un giro al prohibicionismo puro y duro, la apertura del debate no puede llegar en mejor momento. La propuesta de Calderón podría convertirse en el comienzo del fin de la guerra a las drogas. Es decir, en una etapa de transición que nos hiciera pasar a un periodo de ‘después de la guerra’ en el que la humanidad aprendería de nuevo a vivir sanamente con las drogas. Tal como lo hacía antes de que se desencadenara la paranoia prohibicionista. ?
Amira Armenta